jueves, octubre 05, 2006

Sobrevaloración del cadáver: Actitud egosita que marca un negro futuro para los transplantes de órganos

La señora había ido a trabajar a España. Como sus motivaciones fueron económicas y no emocionales, aunque económicamente le iba bien, entró a un cuadro depresivo porque alejada de los suyos, no soportaba la vida. Murió de pena. La iban a enterrar allá pero los familiares locales entraron en crisis y lograron recaudar unos 18 mil dólares para repatriar el cuerpo. Gastaron una suma que no tenían para tener el cadáver en suelo paraguayo.

A los deudos les ofrecieron viajar a España para asistir al sepelio. Se ahorrarían 10 veces aquella suma. No. Era preciso que todos lloraran sobre el cajón para cerrar el duelo, de lo contrario los familiares vivirían eternamente con un insoportable sentimiento de culpabilidad.
La globalización está promoviendo una dispersión poblacional inédita en la humanidad. La tendencia marca que estamos expuestos a morir cada vez más lejos de nuestros respectivos terruños, de modo que tendríamos que comenzar a mirar la vida y sobre todo la muerte, desde una perspectiva diferente de cuando éramos eminentemente aldeanos o provincianos.
Todo el dinero que solidariamente podamos recaudar para repatriar cadáveres, sería insuficiente y está aquello de que hay maneras mejores de invertir el dinero en causas igualmente nobles pero sostenibles.

Que el cadáver esté entero
La gente quiere el cadáver entero de sus familiares. Es por eso que en nuestras sociedades latinoamericanas es harto difícil encontrar donantes de órganos para mejorar la calidad de vida de gente que está pendiente de un riñón, un corazón, una cornea.
Creo que estamos ante la necesidad de una profunda reflexión, sobre todo en un escenario en que la ciencia y la medicina han dado pasos agigantados. La tecnología de los transplantes y las donaciones de órganos, nos exigen replantearnos las conductas que hoy resultan mezquinas, egoístas, insensibles, cobardes.
Bajo ningun sentido es conducente apegarnos a la creencia de que la donación de órganos, de nuestros seres queridos sería una falta de respeto a la integridad de su memoria o llamativamente incluso, falta de respeto a la dignidad del cadáver.
Hemos visto en el caso de incendios en que los cuerpos quedaron reducidos a cenizas integradas a las cenizas del local, los deudos pasaron por situaciones emocionales tremendas ante la imposibilidad de llorar sobre el cajón.
Pero esa marca cultural de poner un cadáver dentro de un ataúd y darle cristiana sepultura, llevó en algunos casos a aceptar cadáveres errados, por la ansiedad de concretar ese rito y se enfrentaron situaciones desgarradoras cuando hubo que devolver el cadáver a sus legítimos deudos, en un natural marco de dudas, recelos, iras y nostalgias.
Esto ha pasado tras el incendio del supermercado Ykua Bolaños aquel fatídico 1 de agosto cuando se produjeron lamentables desprolijidades en la administración de los restos de las víctimas.
En estos momentos, vemos que las autoridades brasileñas están recibiendo demandas extraordinarias para el rescate de los cadáveres del avión de Gol y tienen dificultades para enfrentar la sufriente avalancha de pedidos y de urgentes reclamos de respuestas a demandas que tienen que ver con la recuperación de restos, de una zona de difícil acceso.
Las emociones son demasiado fuertes y las presiones también de modo que hay que destinar presupuestos multimillonarios para movilizar helicópteros, hombres y otros equipamientos a fin de contentar a la gente con urgencia, a sabiendas de que no se va a poder satisfacer plenamente los reclamos.

La capacidad de albergar cadáveres, se reduce
Hay otros aspectos que deben ser considerados. Los camposantos son como pequeñas ciudadelas con construcciones arquitectónicamente estéticas que buscan honrar a nuestros muertos pero, los espacios destinados a los muertos no pueden seguir expandiendose infinitamente. Los cementerios no pueden crecer desmesuradamente lo que tarde o temprano nos va a llevar a aceptar las prácticas de cremación que hoy son resistidas en nuestra sociedad.
Reflexionemos entonces sobre el hecho de que nos convirtamos en polvo antes de ser enterrados, tiene razones profundamente enraizadas en nuestras creencias religiosas sustentadas en la divina creación del hombre y en la frase instalada religiosamente: De polvo somos y en polvo nos convertiremos.
Punto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No se lo que dice la legislación pero me parece razonable que por 10 años se mantengan los cadáveres enteros en los camposantos y luego, habría que cremarlos para ponerlos en urnas más pequeñas y resolver el problema del espacio.
En cuanto a la donación de órganos, falta una campaña comunicacional más amplia. Imaginense que hace unos días un transplantaron el miembro viril de un hombre con muerte clínica a un ñato que le va a dar un uso racional y vital en beneficio de la humanidad y fundmentalmente de su esposa.
¿De qué sirve un pene cadavérico?
Por favor!!!

Anónimo dijo...

Se puede abogar en favor de la donación de órganos sin ser tan pornográfico. Ustedes no se imaginan pero si hubiera más donaciones de córneas, mucha gente volvería a ver.

Israel F.F. dijo...

Es cierto, en nuestra cultura damos demasiada importancia a los tristes cadáveres, lo que impide abrirnos a las bondades de la donación de órganos...yo por mi parte tengo mi credencial de donación de órganos, así si llego a morir (que seguro lo haré) no habrá nadie que pueda evitar que mis órganos puedan servir a alguien más...luego me gustaría que arrojaran lo que sobre a los perros hambrientos =).

Buen blog, lo leeré con cuidado.

Buen día.