lunes, septiembre 25, 2006

Gente caté

(Este comentario lo publicó Pepa en su columna dominical de abc color)

Me hubiera gustado ser socia del Club Centenario, por un ratito, dos o tres horas, para acceder a los archivos de actas y saber quién fue el trasnochado tirifilo/a al que se le ocurrió la anacrónica y cursi fiesta de debut.

Creo haber leído que la primera se hizo en el año ’47, con las hogueras aun humeantes de la Segunda Guerra Mundial y acabada de concluir nuestra propia , sangrienta y demediadora guerra civil. ¡Momento histórico perfecto para arraigar una farsa olvidada en el resto del mundo!

El único baile de debutantes que aún registra la geografía universal es el de la Rosa: una comparsa para jovencitas de la nobleza europea exclusivamente -no se admiten allí emperatrices amarillas, ni árabes, ni morenas (no menciono a las judías, porque para nosotras el ser "princesitas" no es una cuestión nobiliaria, sino familiar y generalizada: somos todas "pritzes"). Las tales marquesitas, hoy en día, se preparan internándose en una clínica de desintoxicación para despejarse de sus anorexias y/o adicciones, borrarse cicatrices de suicidios y tatuajes y algún otro calafateo a las huellas de sus cortas pero intensas vidas, para luego disfrazarse de Sissi, colgarse las reproducciones de los brillantes de sus abuelas (los auténticos fueron empeñados hace tiempo por sus decadentes progenitores) y bailar un vals que las "presenta en la alta sociedad". A partir de entonces, se supone que pueden ponerse de novias con galanes de su "clase".

Lo pintoresco es que aquí el absurdo snobismo no solo permanece en su reducto inicial, sin requisito alguno de antecedentes, aristocracias, abolengos, pedigrees ni prontuarios, sino que ha proliferado en clubes varios de capital e interior.

La única exigencia es que a la niña la empilchen como hizo la madrina con Cenicienta. Por lo demás, el padre o padrino con quien inicia el baile puede ser narcotraficante, proxeneta, torturador o reo prófugo; el motivo musical, una cachaca; la pista, una cancha de fútbol; el servicio de bufet , un panchero de Ñu Guazú, con cervecita y ‘yerba‘ incluidas; y el maestro de ceremonias, Víctor Benítez.

Lo que importa es ser caté. ¡Feliz primavera!

pepa kostianovsky




1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajajajaja.. Lo que es la envidia che ra'a...